
El incidente rompió las relaciones fraternales. Se convirtieron en enemigos. Aún dentro del mismo hogar. La situación era insostenible. No podían verse siquiera porque de inmediato estallaban candentes batallas. Era como si se encontraran en medio de un campo de guerra.
Aprovechaban la más mínima ocasión para compartirse ofensas. Entre más hirientes, mejor, según lo pensaban. No desperdiciaban oportunidad para echarse pullas. De esa manera minaban cada vez más la relación. La situación se mantuvo así hasta que el menor se casó con la chica e incluso, llegó a ser padre de dos hijos. Para un 31 de diciembre, y ante la eventual imposibilidad de que se reunieran, uno de ellos decidió comunicarse telefónicamente con su hermano. Le pidió perdón por tanto tiempo de causarse dolor. La importancia del perdón Perdonar es sumamente importante. No es otra cosa que liberarse de una pesada carga. Se desprende de un pesado fardo que ha traído mucho dolor.
El Señor Jesús se refirió al perdón con las siguientes palabras:
"Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego." (Lucas12:21, 22).
Una disposición interna: El Señor Jesús enseñó claramente que el perdón es imperativo. No es algo que escogemos, si nos llama la atención, sino que es una inclinación a la que estamos obligados como cristianos. El amado Maestro dijo: "Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda. Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel." (Lucas 12:23-25).
De la advertencia de Jesús aprendemos que:
1.- Perdonar al prójimo agrada a Dios.
2.- Perdonar al prójimo debe nacer del corazón.
3.- Perdonar al prójimo restablece nuestra relacióncon el Señor.
En tus fuerzas no podrás perdonar. Eso se logra solamente con la ayuda de Dios. En Su poder. La sugerencia que te hago se orienta a que pidas al Padre la fortaleza para perdonar a quien te ha causado daño. Él ministrará sanidad a tu interior herido y permitirá que el perdón aflore en tu corazón. Es hora de liberarnos de la pesada carga del rencor. La solución es perdonar.
¡Decídete ya!
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