En cuanto, a mis sentimientos de hija Tuya y de mexicana, agradezco poder proclamar que creo que María, la doncella de Nazaret, la esposa de José el carpintero, permaneciendo siempre Virgen, concibió por obra del Espíritu Santo y dio a luz a su Hijo unigénito, Quien es inseparablemente, -("hipostáticamente")-, Hijo eterno del Padre, Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero; que es por tanto Ella, verdadera Madre de Dios y Madre nuestra.Así mismo creo, amo y profeso con todas las veras de mi alma que Ella es, en un sentido personal y especialísimo, Reina y Madre de nuestra Patria mestiza, que vino en persona a nuestro suelo de México, a pedirnos un templo para ahí "mostrárnoslo, ensalzarlo, ponérnoslo de manifiesto, dárnoslo a las gentes en todo su Amor, que es El, el que es su mirada compasiva, su auxilio, su salvación, porque en verdad Ella se honra en ser nuestra Madre compasiva, nuestra y de todos los hombres que en esta tierra estemos en uno, y de todas las demás variadas estirpes de hombres" no para quitarnos las penas y problemas que nos templan, porque todos los que deseemos ir en pos de su Hijo hemos de "tomar su cruz y seguirlo"; pero siempre contando con que cuando quiera que "estemos fatigados y agobiados por la carga, Ella, a la par de El, nos aliviará, pues su yugo es suave y su carga ligera", y para eso Ella ruega que le permitamos "escuchar nuestro llanto, nuestra tristeza, para remediar, para curar, todas nuestras diferentes penas, nuestras miserias, nuestros dolores.".
Comprendo y compadezco a todos aquellos de mis hermanos que no comparten esta seguridad. Y los compadezco no porque yo me crea buena y mucho menos porque los considere inferiores o menos ilustrados, sino porque en verdad me duele que no disfruten de algo tan bello, tan maravilloso, del poder gozar la ilimitada seguridad y felicidad que brinda saber que, aun en nuestros peores dramas, "es nada lo que nos espanta, lo que nos aflige, que nuestro corazón no tiene por qué temer enfermedades, ni cosa punzante, aflictiva.". En verdad, Hermanos míos todos, "si pudieran conocer el don de Dios", y sé que de alguna manera lo conocen los millones de peregrinos del Tepeyac, cuán grata es la dicha de vivir su Amor expresado y entregado en el Amor de su Madre, que nos dice: "No estoy yo aquí que soy tu Madre? No estás bajo mi sombra y resguardo? No soy la fuente de tu alegría? No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? Qué mas puedes querer?". Este amor de Madre nos impulsa, nos transforma, nos hace crecer, nos hace profundizar en nuestra fe, nos lleva a buscar el progreso de nuestra Patria por caminos de justicia y de paz y nos hace disfrutar nuestros logros aunque estos sean pequeños.
Su servidora tiene esa dicha, al igual que la inmensa mayoría de mis hermanos mexicanos, de experimentar este sentimiento de amor a mi Madre Santísima, en esta bendita advocación suya de Guadalupe, con tanta firmeza, con tan inconmovible seguridad filial, que no necesitaría que ningunas otras razones para así por siempre amarla y venerarla... pero le agradezco también que nos haya dejado suficientísimas pruebas, sólidas y seguras y, al mismo tiempo, ninguna tan evidente que nos despoje de "la dicha de aquellos que no vieron, pero creyeron."
Dueña mía, Señora, Reina, Dueña de mi corazón, mi Virgencita!" Yo, "tu pobre sierva y seguidora” pero a quien tu misericordia a dando tanto amor, vengo "para hacerte saber, Muchachita mía, que está muy grave tu amado pueblo, una gran pena se le ha asentado"; que entre las muchas crisis con las que el amor de tu Hijo divino desea purificarnos, se ha inquietado ahora porque ha creído oír que quizá tu Aparición no fue real, que quizá no sea verdadera tu presencia milagrosa entre nosotros, que quizá no existió tu elegido, Juan Diego, por quien quisiste llegar a nosotros los moradores de estas tierras.
No vengo, sin embargo, Señora y Niña mía, a quejarme de nada ni de nadie. Muy al contrario, vengo a agradecerte, en nombre de mis hermanos y mío, este maravilloso favor que nos otorgas de poder clamar con todo el vigor de nuestro corazón de hijos, que no sólo creemos en Ti y te veneramos como Madre de Dios y nuestra, sino como Reina y Madre de nuestra Patria mestiza; que por supuesto que es real que Tú viniste a este suelo tuyo para "ser en verdad nuestra Madre compasiva, nuestra y de todos los que en esta tierra estamos en uno, y de las demás variadas estirpes de hombres, los que te amamos, los que te buscamos, los que tenemos el privilegio de confiar en ti...".
Permite, pues, mi Virgencita bienamada, que a través de mi boca resuene la voz de todo mi Pueblo, dándote mil gracias por ser todo lo que eres. Permite que me escuchen todos mis hermanos, que resuenen nuestras nieves y montañas, nuestras selvas y bosques, lagos y desiertos con el eco de mi palabra, proclamando que Yo, tu pobre e humilde hija creo, he creído desde que tu Amor me dio el ser a través del de mis padres, y, con tu misericordia espero defender y creer hasta mi muerte en tus Apariciones en ese monte bendito, tu Tepeyac, junto con mis hermanos, las creo, las amo y las proclamo tan reales y presentes como los peñascos de nuestros montes, como la vastedad de nuestros mares, más aún, mucho más que ellos, pues "ellos pasarán, pero tus palabras de Amor no pasarán jamás".
Esta proclamación que te agradezco me concedas hacerte, no es un favor que te hago, es un don tuyo, pues "nadie puede siquiera llamar a tu Hijo Señor! si no es por el Espíritu Santo", y por ello, Mil Gracias, Madre amadísima e Hijita nuestra la más pequeña!; Gracias por este privilegio de poder creer!.
Gracias porque esta fe que nos regalas puede ser al mismo tiempo ciega e ilustrada! Gracias por habernos dado tantas pruebas de tu venida a nuestro Tepeyac, y porque ninguna de ellas sea tan evidente que nos despoje del poder tributarte esa fe filial nuestra; pero gracias también de que sí podamos ver tu imagen amadísima! "Sabemos a Quién hemos creído!". "Le hemos creído al Amor... al Amor que nos amó primero!".
Gracias por Juan Diego, a quien nos honramos en reconocer, como a tu antepasado Abraham, por "nuestro verdadero padre en la Fe"; Gracias por la fe de él, que deseamos hacer siempre nuestra, tan grande que Tú lo proclamaste "tu embajador, en quien absolutamente depositaste tu confianza"!.
Gracias por la desconfianza del venerado Zumárraga, que te brindó ocasión de darnos tus flores y tu imagen, y gracias por la confianza férrea que nos concedes como Mexicanos.
Gracias por esas flores que hiciste brotar en nuestro suelo, helado y árido entonces, que tan elocuentes fueron para nuestros padres indios!.
Gracias por el primer milagro con que Tú, Salud de los enfermos, favoreciste a Juan Bernardino y sigues favoreciendo a todos los enfermos y afligidos; gracias por tu nombre de Guadalupe, con el que le pediste que te invocáramos, pues con él los hermanaste con nuestros padres españoles, que así te invocaban siglos hacía en tu santuario de los montes de su Extremadura!.
Gracias por haber inspirado a tu hijo Valeriano el legarnos el bellísimo relato de tu venida a nuestro suelo, tan exquisito y profundo que apenas ahora empezamos a comprenderlo!.
Gracias por todas las menciones que tus hijos, nuestros padres indios, dejaron en sus códices y anales; gracias por las dudas, titubeos y aun choques que consignaron nuestros padres españoles!.
Gracias por todos los escritos que inspiraste durante todo el tiempo que formamos parte política de la España; gracias por las investigaciones que se efectuaron respecto a tu presencia; gracias por los siglos que nos han permitido rendirte nuestro amor en tu "casita sagrada" del Tepeyac!.
Gracias por las dudas que, siglos después, permitiste surgieran de tu llegada a nosotros, que nos permitieron corroborar aun más firmemente la verdad histórica de ese don de tu amor; gracias por las intrigas en torno a tu Coronación, hace un siglo, que hicieron que Roma te estudiara y proclamara oficialmente su aprobación!.
Gracias por tantos nuevos y asombrosos conocimientos que nos has otorgado descubrir!
Gracias por la libertad que nos otorgas a tus hijos para creer y para no creer en tu Aparición; gracias por la honestidad de los que no creen, y gracias por tu generosidad en concedernos creer a todos los que te invocamos con tu nombre dulcísimo de Guadalupe!
Gracias por las reacciones tan maravillosas de fe que han tenido tus hijos y también aquellos que sin compartir nuestra fe tienen profundo respeto a nuestra historia, a nuestra cultura y a nuestra identidad. Pero también gracias porque estos acontecimientos han desenmascarado a aquellos que quisieran vernos divididos, sin fe y sin esperanza, sin símbolos patrios y en camino de absorción por otras culturas y otros poderes!.
Permite, pues, que "mi corazón en amarte eternamente se ocupe, y mi lengua en alabarte, Madre mía de Guadalupe! Dueña mía, Señora, Reina, Dueña de mi corazón, mi Virgencita!
Permite, pues, ofrcerte humildemente una oracion en este Tu dia, aceptala Reina de Mexico como nos has aceptado a todos los Mejicanos…
¡Oh Virgen Inmaculada, Madre del verdadero Dios y Madre de la Iglesia! Tú, que desde este lugar manifiestas tu clemencia y tu compasión a todos los que solicitan tu amparo; escucha la oración que con filial confianza te dirigimos y preséntala ante tu Hijo Jesús, único Redentor nuestro.
Madre de misericordia, Maesta del sacrificio escondido y silencioso, a ti, que sales al encuentro de nosotros, los pecadores, te consagramos en este día todo nuestro ser y todo nuestro amor. Te consagramos también nuestra vida, nuestros trabajos, nuestras alegrías, nuestras enfermedades y nuestros dolores.
Da la paz, la justicia y la prosperidad a nuestros pueblos; ya que todo lo que tenemos y somos lo ponemos bajo tu cuidado, Señora y Madre nuestra.
Queremos ser totalmente tuyos y recorrer contigo el camino de una plena fidelidad a Jesucristo en su Iglesia: no nos sueltes de tu mano amorosa.
Virgen de Guadalupe, Madre de las Américas, te pedimos por todos los Obispos, para que conduzcan a los fieles por senderos de intensa vida cristiana, de amor y de humilde servicio a Dios y a las almas.
Contempla esta inmensa mies, y intercede para que el Señor infunda hambre de santidad en todo el Pueblo de Dios, y otorga abundantes vocaciones de sacerdotes y religiosos, fuertes en la fe, y celosos dispensadores de los misterios de Dios.
Concede a nuestros hogares la gracia de amar y de respetar la vida que comienza, con el mismo amor con el que concebiste en tu seno la vida del Hijo de Dios. Virgen Santa María, Madre del Amor Hermoso, protege a nuestras familias, para que estén siempre muy unidas, y bendice la educación de nuestros hijos.
Esperanza nuestra, míranos con compasión, enséñanos a ir continuamente a Jesús y, si caemos, ayúdanos a levantarnos, a volver a él, mediante la confesión de nuestras culpas y pecados en el Sacramento de la Penitencia, que trae sosiego al alma.
Te suplicamos, que nos concedas un amor muy grande a todos los santos Sacramentos, que son como las huellas que tu Hijo nos dejó en la tierra.
Así, Madre Santísima, con la paz de Dios en la conciencia, con nuestros corazones libres de mal y de odios podremos llevar a todos la verdadera alegría y la verdadera paz, que vienen de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que con Dios Padre y con el Espíritu Santo, vive y reina por los siglos de los siglos...
Amén.
Como siempre amor compartes vida en cada aporte, te felicito en verdad amor porque veo que tu pagina es cada dia mas grande en seguidores,continua de esa manera cielo, te amooo cosita
ResponderEliminarEsmeralda: ayer no tuve tiempo para poner algo en mi blog a nuestra querida Lupita, esa Virgen morenita, Madre de toda América Latina; pero hoy lo voy a poner. ¿Qué puedo decirte de esta entrada? Que se respira el amor a la Madre de Dios y nuestra en cada letra que has escrito. De hecho, voy a tomar parte de ellas para darlas a conocer en mi blog, siempre con tu permiso. ¡¡¡¡Es que es tan lindo poner algo escrito por una mexicana de pura cepa!!!!!
ResponderEliminarQue Dios te bendiga siempre y te llene de gracias. Prepara el Adviento con la alegría sana del cristiano que sabe que Dios nace para hacerse hombre y amarnos infinitamente. Un abrazo en Jesús y María.
Hasta hoy estoy leyendo lo que aquí escribes y que hermopsas palabras salen de tu corazón para la madre de los mexicanos, gracias porque a veces no apreciamos lo que tenemos y tal vez no nos damos cuenta del gran milagro que aqui en México ocurrio la Virgen nos hizo el honor de aparecer aqui en esta tierra bendita.
ResponderEliminarGracias Virgen de Guadalupe por esta mujer que es Esmeralda por que tiene la facilidad que a muchos nos falta de expresarnos con tal elocuencia pero gracias por darnos a una mujer como ella.
marash