martes, 16 de febrero de 2010

CONSTRUYENDO UNA VERDADERA COMUNIDAD...


Es normal sentir inseguridad personalmente ante un trabajo Nuevo, algo que se comienza y no se está muy seguro de poder sacar adelante. Sentimos que quizá haya personas que podrían hacer ese trabajo mucho mejor. Tememos al fracaso, y muchas veces con razón. El fracaso no es algo agradable y nos deja con un sentimiento de inferioridad, de baja autoestima. El estar preparado para un trabajo o alguna tarea es importante, y muchas veces sentimos la urgencia de prepararnos y poner de nuestra parte todo lo que podemos para hacer las cosas bien. Eso está muy bien, siempre que no perdamos de vista la acción de Dios en nuestras vidas. A veces, las cosas que se nos encargan nos parecen superiores a nosotros mismos y, sin embargo, sabemos que las tenemos que hacer porque son para el bien de otras muchas personas, o de nuestras familias, o de la gente de nuestra comunidad parroquial. Por amor, nos lanzamos a hacer incluso lo que nos parece que nos queda demasiado grande.


Pero, cuando miramos a los relatos de llamadas de Dios, nos sorprende ver que, la mayoría de las veces, Dios elige a personas aparentemente insignificantes y con pocas calificaciones para la misión que les encarga. Indudablemente, tendrá que hacer mejores opciones. Y seguro que las habría. Lo que Dios trata de hacer ver es que el que se realice su misión en el mundo depende de la disposición de la persona, pero no tanto de sus “Calificaciones” para el cargo. Depende de la obediencia, disponibilidad y amor con que se le responda a Dios. Y la promesa de Dios es estar siempre con el enviado, el elegido.


A veces muchos padres no animan a sus hijos a responder a la llamada de Dios por múltiples razones: miedo a que no sean felices, temen que los dejen sin nietos o viajen a otro país, miedo de que no puedan con la responsabilidad que se les encargue. Nos convendría entonces recordar la promesa: No temas. Yo estaré contigo. Y si es así, no hay obstáculo no excusa lo suficiente fuerte como para detener a la persona que se siente llamada por Dios. Como Jeremías, puede expresar sus reservas. Pero al fin, lo que vence, es esa promesa.


¿A que te sientes llamado por Dios? ¿Te parece que no eres lo suficientemente capaz para esa llamada? ¿Qué piensas que necesitas? Si es algo que puedes lograr tu mismo preparándote y formándote. ¿O es algo que depende mucho más de Dios que de tu esfuerzo? Le temes mucho al fracaso? ¿Qué riesgos estas dispuesto a tomar si es por seguir el camino al que Dios te llama? Porque yo estoy dispuesta a tomar cualquier riesgo, Si Dios me está llamando es porque puedo darle frente a la misión.

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