jueves, 11 de febrero de 2010

DE CARA AL SOL (JUAN 6:55,60-69).

Esta reflexion no pretende ser una muestra de apologetica barata. Respetamos los grandes caminos espirituales de oriente y occidente. Sin embargo, consideramos que quienes han abandonado el camino cristiano, quienes se han distanciado de la comunidad eclesial, nunca han experimentado la dimension salvifica de la misma. Del conocimiento memorioso y ritualista, pasan tal vez a un moralismo fanatico o puritano, o a un laxismo insipido, experiencias todas que no deben confundirse con el autentico cristianismo. Quienes han tenido la oportunidad de encontrarse con Dios a traves de una comunidad cristiana viva y atenta a las voces del Espiritu, estan ciertos de que Jesus sigue vivo ahi donde dos o mas invocan su nombre para vivir bajo el impulso de su Palabra. Ellos, como Pedro, saben que no necesitan alejarse de Jesus para encontrar al Padre.


Reflexionemos el evangelio de Juan capitulo 6, versiculo 5 y 60 al 69.


De cara al sol


Mariana y Paty, dos jovencitas novicias, se quedan contemplando “las dormilonas” que adornan el jardin del convento. Les sorprende que durante la noche y las madrugadas sus florecillas estan “cerradas”, pero apenas aparece el sol, despliegan sus vistosos colores y muestran toda su belleza. “Yo quisiera ser como una de ellas: solo dirigirme siempre hacia donde esta Dios, abrirme solo para El y no voltear a ninguna otra parte”, dice una de ellas. Quizas por llevar un poco la contraria, la otra le responde: “Es cierto, pero esta bien plantada en el suelo, y necesita nutrirse de la tierra y del agua”. “Si, pero se levanta desde el suelo y sabe a donde dirigirse. Yo no quiero perder nunca el rumbo”. Son platicas de novicias ilusionadas, embelesadas en sus sueños, pero que, sin pensarlo, estan descubriendo toda una propuesta de vida, siguiendo el ejemplo de las “dormilonas”: tener bien fija la mirada y los objetivos en Cristo Jesus, sin olvidarse del lugar donde se encuentran plantadas.


Crisis

Las palabras de Jesus provocan una grave crisis entre sus seguidores y discipulos. Las multitudes se alejan bruscamente de el porque ha interrumpido sus sueños de grandeza cimentados en formulas materiales, economicas y militares. Hasta en sus mas cercanos discipulos aparecen rostros llenos de dudas y contradicciones: “Este modo de hablar es intolerable, ¿quien puede admitir eso?” Y tambien para nosotros puede parecer un modo intolerable, demasiado radical, porque nosotros ya nos hemos hecho a un estilo de vivir y de comportarnos, un modo seguro. Nos acostumbramos a vivir una religion adaptada a nuestros gustos, dulcificada y aligerada. Pero las palabras de Jesus son explosivas e inquietantes. Comer su carne y beber su sangre no implica ciertamente una especie de antropofagia, sino una forma de creer y de dar vida. Una forma de entregarse completamente al estilo de Jesus que hace una contraposicion entre la carne y el espiritu. Y no se refiere ciertamente a la division que nosotros acostumbramos a hacer de cuerpo y alma, sino a dos formas de mirar y entender la vida: desde el interior, desde el espiritu, o bien desde lo material, desde el poder, desde lo exterior.


Una decision vital


Cuando miramos asi la radicalidad del Evangelio y la propuesta de Jesus, muchos cristianos se cuestionan si valdra la pena seguir a Jesus. No se trata de un punto en especial, sino de entregar la vida completa. No es solamente una duda sobre una verdad o una actitud, lo que realmente les preocupa es algo fundamental: ¿Por que debo orientar toda mi vida siguiendo esos ideales de Jesus? ¿Por que todos mis anhelos de felicidad, de gozo y de posesion, se deben limitar a sus bienaventuranzas? ¿Por que superar mis deseos de autoestima y busqueda de bienestar personal, para entregarme a su forma de servir y a su forma de vivir? Pero en realidad estas preguntas interiores nos las hace el mismo Jesus y espera que le respondamos: “¿Tambien ustedes quieren dejarme?”. No se excusa por sus exigencias, no dice que lo hemos entendido mal, sino que nos lo propone claramente y espera una respuesta decisiva y clara de cada uno de nosotros. Aunque nosotros tratemos de disimularlo y seguirlo tibiamente, su pregunta debe ser inquietante y la debemos responder claramente, no solo con las palabras, sino sobre todo con las obras. No se puede decir que lo seguimos y que escuchamos su palabra, si despues obramos en su contra, si convivimos con la injusticia y la mentira, si no somos capaces de perdonar, si ponemos por encima de la verdad nuestros propios intereses.


“Senor, ¿a quien iremos?”


Quienes alguna vez nos hemos equivocado, quienes hemos vivido en el error, quienes nos hemos extraviado buscando la felicidad en el placer, en el poder o el dinero, podemos decirle a Jesus: “Senor, ¿a quien iremos?”, porque regresamos desahuciados de aquellas quimeras. Hemos buscado en muchos lugares que nos prometian felicidad y al final nos hemos encontrado con las manos vacias y con el corazon agrietado. Por eso hoy, reconociendo nuestros errores, le podremos decir que ya nos hemos equivocado muchas veces y que “solo El tiene palabras de vida eterna”. Queremos optar por Jesus, queremos poner los ojos fijos en el y caminar a su lado. Estamos dispuestos a dejar de lado aquellas seducciones y seguir su camino. Es cierto hay muchas cosas que nos costaran trabajo porque estamos acostumbrados a nuestras comodidades y arreglos, pero esto no nos trae la verdadera felicidad.


¿A quien seguir?


Despues de escuchar el evangelio, necesitamos hacer una verdadera eleccion. Asi como el discurso de Josue (en la primera lectura) provoca una decision: “Si no les agrada servir al Señor, digan a quien quieren servir”. Hoy, se trata de tomar una posicion clara y evitar ambigüedades. No se puede servir a dos señores y hay que tomar bando: o se esta por el Dios de la vida, o bien se quiere seguir a los otros dioses, los idolos y hoy hay muchos idolos que nos seducen y atraen. Se disfrazan de “dioses buenos” pero llevan a la muerte: el poder, el placer, el dinero, el bienestar, la superacion, etc. Destruyen la comunidad y acaban con los pequeños; en fin, se oponen al Dios de la vida. Hoy nos parece dura la palabra de Jesus, pero debemos dejar que nos cuestione, que nos interrogue y descubrir que quiere Dios de mi, que piensa de mi, como me mira Jesus.


Dios nuestro, tu que puedes darnos un mismo querer y un mismo sentir, concedenos a todos amar lo que nos mandas y anhelar lo que nos prometes, para que, en medio de las preocupaciones de esta vida, pueda encontrar nuestro corazon la felicidad verdadera. Amen.

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