Lo más seguro es que Cristo llore por nuestros pecados de omisión, el gran pecado de omisión de que nos confesamos al comenzar la Misa, sobre el que reflexionamos tan poco y del que, por consiguiente, nunca nos acabamos de corregir.
Por ejemplo: Ver en apuros a nuestros hermanos… y fingir demencia; mirar a la madre o a la esposa abrumada de trabajo en la casa… y seguir leyendo el periódico o viendo la televisión; pasar junto aquella persona a la que se le ha descompuesto el auto y seguir de filo, sin preguntar siquiera que se le ofrece; contemplar a la gente haciendo filas interminables frente a nuestra ventanilla o mostrador… y seguir charlando con el cuate o la amiga de la oficina; presenciar cómo se calumnia o se difama a un ausente… y no decir algo en su defensa; saber que algún familiar, amigo o compañero de trabajo se encuentra en algún problema económico o legal… y hacerse el loco; abstenerse de participar activamente en las elecciones, por ejemplo, en las que se juega el destino de todos; ante cualquier dificultad en la que otro se encuentra, y que quizá nosotros podríamos ayudar a resolver, y exclamar filosóficamente: Ese no es mi problema o aclarar teológicamente (lo que es peor): Yo no soy la Divina Providencia, es verdad que no somos La Divina Providencia, pero si somos los instrumentos de los cuales se vale Dios para manifestarse y nosotros le fallamos, como si El nos hubiera fallado, cuando no es así, porque El lo dio todo entregándose por nosotros.
sábado, 2 de enero de 2010
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soy de huetamo michoacan felicidades por su espacio es muy interesante puede ayudar en mucho que el señor no los desampare y les de furza para que continuen haciendo esto bay la musica de martin valverde es muy buena y cual es su correo para poder escribirles con frecuencia
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